En estos tiempos de crisis (a todos los niveles), de modelos culturales de globalizada homogeneización, de discursos únicos y de posiciones conservadoras... resulta excitante descubrir que existen fenómenos como el que protagoniza el grupo catalán Standstill en el panorama musical nacional. No son unos recién llegados, precisamente, pero han empezado a darse a conocer hace relativamente poco. Musicalmente han evolucionado desde el punk en catalán a un pop ecléctico nada convencional en castellano. Hacen lo que quieren, lo que les gusta. Y son buenos. Muy buenos. Tienen algo nuevo y distinto que ofrecer. Al margen de la industria tradicional, claro. Tienen su propio sello y, gracias a ese demonio que para algunos es internet, han trascendido el circuito más indie y... se han presentado en el Auditorio Miguel Delibes (infraestructura colosal, en todos los sentidos) de Valladolid este pasado sábado 15 de enero.
Lo han hecho con su espectáculo Rooom, la puesta en escena del último disco de la banda: Adelante Bonaparte. Se trata de un disco conceptual, un cuento circular integrado por un total de 20 canciones (algunas instrumentales) repartidas en tres discos que narran fragmentos de una vida, la de B., desde su infancia hasta su madurez de adulto. Es conceptual en ese sentido, los temas tienen esa relación lógica, no son partes independientes, sino que tienen sentido dentro de ese todo. Y es circular porque a lo largo de las 20 canciones se cierra toda una etapa vital de B. Y se hace con dos canciones que respetan un mismo patrón pero que marcan dos momentos muy distintos (una muerte y un nacimiento), aunque igualmente importantes en la vida de B.
A algunos les parecerá pretencioso. Para mi, Adelante Bonaparte es una genialidad. Es una apuesta valiente y ambiciosa. No es un disco redondo porque tiene sus altibajos, sin duda, lo que es comprensible dados los matices de cada una de las tres partes de este trabajo (con un segundo disco oscurísimo). Pero es un trabajo muy coherente, que para mi representa un auténtico viaje musical y que, desde luego, es un soplo de aire fresco en el panorama musical nacional. No hay nada vulgar en lo que hace esta gente. A quien le guste la música y aun no conozca a este grupo, que no pierda el tiempo y preste oído a Vivalaguerra, su anterior trabajo, y a este Adelante Bonaparte.
Rooom es un espectáculo pensado para pequeños recintos, porque no se trata de un concierto al uso. El público permanece sentado en sus butacas como quien asiste a una representación teatral. Sobre el escenario, estos chicos (y toda su parafernalia de instrumentos, sintetizadores y demás juguetes electrónicos) aparecen emparedados entre tres paredes que no son sino pantallas sobre las que se proyectan imágenes que van ilustrando lo que oímos. La cuarta pared, claro, es el público. De modo que lo que Standstill nos propone es entrar con ellos en su mundo, que es el de B. En la habitación donde se reúnen para hacer música.
Porque lo mágico de esta propuesta es esa sensación, estar presente mientras este grupo de artistas hace música. Asistimos al nacimiento de cada una de esas 20 canciones, una tras otras, instrumento a instrumento, con un sonido potentísimo. Todo ello aderezado por esas imágenes que se van proyectando en las pantallas y que hacen de los chicos de Standstill cinco sombras que, como nosotros, asisten a la caída y resurgir vital de B., como si sus guitarras, su percusión, sus teclados, su xilófono, su ukelele, etc. no tuvieran nada que ver en todo esto. Es más, Enric Montefusco (guitarras acústicas y voz, qué voz) permanece prácticamente todo el concierto de espaldas al público, remarcando esa sensación de intimidad, de recogimiento, de complicidad.
Parto de la base de que, en la era de las nuevas tecnologías, de lo inmediato, de la piratería... la música en vivo es siempre una experiencia única, irrepetible. Pues bien, Rooom es más que eso porque no es ni tan siquiera un concierto más. Es otra cosa. Es música, es videoarte, es performance... Son sensaciones. Volveré a escuchar muchas veces este disco, pero ya lo haré de manera distinta. Como cuando escuche Hombre araña, e imagine a ese coro de niños de escuela; o cuando Cuando ella toca el piano me ponga los pelos de punta, me sentiré más cerca del fuego; o más asfixiado en Sálveme quién pueda; o cuando el Elefante me diga que la vida es como ese animal y sólo sabe ir hacia adelante. Como Bonaparte. Como estos chicos, que escapan de la mediocridad general huyendo hacia adelante, apostando fuerte por aquello en lo que creen, por aquello que les gusta (qué gustazo ver esos gestos complices en el escenario, ese continuo intercambio de posiciones... esas caras de Ricky Lavado, el batería, como las de un niño disfrutando con su juguete favorito).
Epílogo: al final, todos los que abarrotábamos la sala experimental del Miguel Delibes, de pie (aplaudiendo y vitoreando a rabiar, claro).
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