Pongamos las cartas encima de la mesa y seamos sinceros: el del sábado pasado fue el tercer concierto de Standstill al que he asistido en un año. Premeditación. Alevosía. Sí, lo confieso: Standstill me encanta, es uno de mis grupos favoritos. Aunque no sacaré pecho diciendo que les conozco desde su etapa hardcore, ya que más bien soy un seguidor neófito.
Hace poco más de un año recalaban en Valladolid con el Rooom, espectáculo expresamente concebido para poner de largo su último disco, Adelante Bonaparte. Había oído hablar de ellos, del disco y del espectáculo, así que con las entradas en la mano empecé a escuchar a estos chicos. Y me gustaron. Su música, sus letras, la versatilidad de su estilo. Y su apuesta por hacer las cosas de manera distinta. El Rooom me enamoró, y elevó a un estadio diferente, superior, un disco con el que ya disfrutaba mucho (¡y yo que me he quedado sin la edición limitada del triple vinilo!). Espectáculo intimista y emocionante, único. Como tiene que ser la música en directo.
En verano volví a verles, esta vez en un formato más convencional, un concierto festivalero con ocasión del Lowcost 2011. Brutal. Qué distintas suenan las canciones del Adelante..., a las que se suman los temas del sublime Vivalaguerra (ojalá en un futuro recuperen el espectáculo ad hoc, que muchos no vimos en su momento).
Así que, con esos precedentes, llegamos a la Sala Experimental del Auditorio Miguel Delibes (no me cansaré de decirlo: qué lujo de infraestructura), que sin llegar al lleno (en su composición abierta, sin grada) alcanzó una muy notable entrada de gente que repetía experiencia (tras el Rooom, que agotó todo el papel) o que se acercaba a Standstill por vez primera, fruto del boca a boca.
Arrancó el concierto con Todos de pie, con Enric Montefusco sentado a su pequeño teclado en una estampa que, no puedo evitarlo, me recuerda a Schroeder, aquel personaje de las tiras de Snoopy, el amigo de Charlie Brown que tocaba un piano diminuto. Aunque Enric no toca solo, sino que poco a poco se le van sumando Piti, Víctor y los Rickys. Inmediatamente, y cambiando piano por una de sus dos acústicas, esta figura menuda, sensible y aparentemente indefensa atacará los inconfundibles primeros acordes de El resplandor, y nos dirá aquéllo de que, otra vez, tentado está de mandarlo todo a tomar por culo. Y, claro, nosotros, que ya empezamos a conocer un poquito su carácter voluble, le corearemos que vuelva: "vuelve, vuelve, vuelve". Que baje la guardia. Que sí, que todos necesitamos un poquito de cariño, respeto y atención. Que por eso estamos todos allí. Así que... a transitar otos terrenos más luminosos, más positivos, más optimistas, que eso siempre está muy bien.
La mirada de los mil metros, es uno de esos temas espectaculares que va creciendo poco a poco hasta lograr una comunión total entre la banda y el público, puesto en danza al ritmo que marca espectacularmente el bajo de Ricky Falkner, secundado por la batería de Ricky Lavado (por cierto, qué bueno es, y cuánta energía desprende tras sus platos y cajas), la guitarra de Piti Elvira y el piano de Víctor Valiente. Se van abriendo ventanas, dejando que entre el aire hasta alcanzar el desconcierto existencial, la declaración de intenciones. Sí, eso siempre está muy bien.
Enric y Ricky Falkner
Pero si hay una canción que, para mi, desprende el más hermoso (extraño y realista a la vez) optimismo vital es el Adelante Bonaparte. "Me voy a inventar un plan para escapar hacia adelante". Al fin y al cabo, bien podría ser eso la vida, una permanente huida hacia adelante. Avanzamos, unas veces consciente y voluntariamente y otras, quizá las más, nos vemos arrastrados por la corriente. Cuesta arriba y cuesta abajo, como en una montaña rusa; o en un círculo infinito, como en un tiovivo.
Y es por estos derroteros por los que transita todo el concierto, cuesta arriba y cuesta abajo, con acelerones y frenazos, con momentos más calmados y con otros más desatados. Ciertamente el contraste es algo que define muy bien el directo de Standstill, pasando del sosegado recogimiento de temas como Cuando Ella Toca El Piano a auténticos trallazos de adrenalina musical como ¿Por qué me llamas a estas horas? (danzad, danzad malditos al ritmo del bajo de Ricky, otra vez). No me detendré en cada tema del setlist porque creo que esto define muy bien sus conciertos. Vas a lomos de la banda, una bestia musical de larguísimo recorrido y tremenda potencia capaz de pasar del más preciosista trote a un galope desaforado en tan sólo un segundo. Y lo mejor es que tú no llevas las riendas, lo hacen ellos. Sólo tienes que dejarte llevar y disfrutar del paseo.
No obstante, no puedo dejar de señalar que, junto al Adelante Bonaparte y el Vivalaguerra, también desgranaron algunos temas (como Feliz en tu día, Poema nº 3 o Cuando) de su disco homónimo, Standstill, primera gran pirueta de los catalanes, que pasaron de cantar en inglés a hacerlo en español. Escapando siempre hacia adelante. Evolucinando, proponiéndonos puestas en escena diferentes, autoeditándose a través de su propio sello (Buena Suerte).
En estos tiempos en que tanto se habla de las virtudes del emprendimiento, hay que subrayar lo paradójico, hipócrita e incongruente que muchas veces resulta una industria como la musical, obcecada en seguir funcionando de la misma manera en que lo hacía hace veinte años lo que, desde la óptica del público, se traduce en una oferta infinitamente menor y terriblemente más pobre. En la radiofórmula y el stand de música del centro comercial de turno no tienen cabida grupos como Standstill, que con su esfuerzo y talento ponen de manifiesto que hay vida más allá de la mediocridad prefabricada, del consumo musical de usar y tirar. Son los emprendedores de la cultura. Con ellos, con gente así, sale el sol y cada día es un gran día. Gracias por venir. A ellos, que siguen ahí peleando por sobrevivir, disfrutando con lo que hacen y con lo que creen, compartiendo su entusiasmo y energía con nosotros, que cada vez somos más.
1, 2, 3 sol... Gracias, por venir.
El colofón al concierto lo puso en un último bis el Adelante Bonaparte, esta vez en su versión más luminosa (I). Se encendieron las luces de la Sala Experimental y podían verse las caras satisfechas de un publico que había disfrutado cantando, bailando, coreando, dando palmas o, simplemente, contemplando el espectáculo de la música en directo.
Y, aunque no me considero un fetichista, en realidad, el colofón fue conseguir la hoja con el setlist del concierto que Enric había tenido a sus pies, y lograr que Ricky Lavado se la llevara a la 'trastienda' para volver con ella firmada por todo el grupo.
Entre los pasados días 21 y 23 de julio se celebró en Benidorm el que, por cartel y desde mi humilde opinión, viene a ser el más potente de los festivales veraniegos que se celebran en nuestro país (FIB y BBKLive al margen): el Lowcost Festival.
Y es que por lo que al panorama nacional se refiere, aunque no estaban todos lo que son, son todos los que estaban (y que eran la mayoría). Vetusta Morla, Love of Lesbian, Standstill, Lori Meyers, LA, Sexy Sadie, Supersubmarina, Sidonie... A los que se sumaban una serie de nombres foraneos de relumbrón: de Mika y Mando Diao a Klaxons y The Pains of Being Pure at Heart, pasando por Crystal Castles, Cut Copy o Ok Go. Sensacional. Lo más granado de la llamada música indie nacional y parte de la internacional.
El festival estrenaba nuevo recinto: la ciudad deportiva Guillermo Amor. No sé qué tal estaría el festival en sus emplazamientos anteriores, pero sí que puedo decir que en esta edición ha sido de lujo en términos de disfrute y comodidad. Los tres escenarios estaban muy próximos, se accedía rápidamente a ellos, el cesped estaba muy presente en todos ellos y, además, en el escenario azul (el mediano) se había habilitado una zona "chill out" con puffs para poder estar tirado a la bartola mientras se disfrutaba de la música. A su lado, había una zona con mesas y sillas de terraza para poder comer tranquilamente. Por cierto, el tema de la comida y bebida estaba muy bien resuelto, con numerosos puestos distribuidos por todo el recinto, con los suficientes puntos de venta de tickets. La comida, además, muy bien. Variada (pizza, kebab, carne, comida senegalesa, oriental...) y hecha en el momento, nada de precocinados, por chiringuitos gestionados por establecimientos locales.
Aunque es verdad que los bocatas de panceta y chorizo criollo de la parrilla argentina estaban bien buenos... vayamos al grano: ¡la música!
¡Primer día!
El jueves iba a servir, aparentemente, como calentamiento, en la medida en que el escenario principal no se abriría hasta el viernes. Era un día para hacerse a las instalaciones y meterse de lleno en la dinámica festival. Todo muy cómodo, mucho espacio, ninguna sensación de agobio y facilidad para acceder a los escenarios y colocarse tan adelante como se quisiera. Esta es una tónica que se mantuvo durante todo el festival y que, al parecer, fue algo premeditado por parte de la organización. Así que, chapeau.
Empezamos con Maika Makowsky, a la que pudimos ver en el escenario azul ante un público perezoso que empezaba a llegar a las instalaciones. Mucho mejor la oportunidad brindada por Sol Música un poquito despúes, cuando auspiciaba en su pequeña carpa un showcase de 20 minutos para un público reducidísimo que disfrutó de esa posibilidad que es tener a un grupo tocando para ti a un palmo de distancia. Ello a pesar de que los sosainas de The Pains of Being Pure at Heart (decepcionantes, muy flojos) estaban tocando en el escenario azul y se solapaba su sonido... ¡hasta que se fue la luz en el recinto! (uno de los pocos puntos negros de la organización; ocurrió varias veces en el escenario azul, aunque hay que decir que siempre se solventó bastante rápido).
Pero, antes de todo esto, ya habíamos vivido uno de los grandes momentos del festival gracias a un artista con mayúsculas cuya inclusión en el cartel me había provocado tanta estupefacción (por aquello de que no encajaba demasiado, aparentemente) como alborozo: Eli "paperboy" Reed. Un lujazo poder verlo en directo junto con su banda, los True Loves, insuflando un poco de soul y música en estado puro, cruda, a tanto moderno. ¡Y vaya si lo hizo! Comenzó enfrentándose a un público frío que se acercaba a él con indiferencia (salvo una minoría) para acabar logrando poner en movimiento a todo el personal transitando por unos ritmos que saltaban del rock 'n roll (muy roll) al funky, pasando por supuesto por ese soul de espectacular voz blanca que no se dio una sóla concesión y que fue arropado a la perfección por esa engrasadísima formación que son los True Loves, una banda sensacional. He leído por ahí que Reed sería un digno heredero de James Brown. No me suena exagerado. Talento y profesionalidad como la copa de un pino puestos sobre la mesa (bueno, el escenario) en vísperas del fallecimiento de su antítesis, Amy Winehouse.
La primera jornada la acabamos con los granadinos Lori Meyers (mientras en el escenario pequeño, el Stereo, Vinilla Von Bismarck and the Lucky Dados ponían a bailar a muchos lowers al ritmazo de su rockabilly), que recalaban con su larguísima y exitosa gira en este caladero para cosechar un éxito más como si nada. Porque los conciertos parece que ya les salen sólos, y cuentan con un público muy amplio que se sabe de memoria una gran parte de sus canciones... ¡parecen los Love of Lesbian de esta temporada de tanto como han tocado!
Tras ellos les llegaba el turno a Fangoria. No soporto al personaje de Alaska ni a Olvido Gara ni a la conjunción de ambos, cada día menos. Y cuando son la santísima trinidad, Mario Vaquerizo mediante, menos. Así que dadas nuestras fobias, las siete horas de coche que nos costó llegar a la capital hortera de este país, el consiguiente cansancio acumulado y la aparición estelar de esta señora reina del cinismo kitsch, nos retiramos a nuestros aposentos. Una pena por Supersubmarina, que tocaban justo después.
¡Segundo día!
El segundo día se abrían las puertas del escenario grande, localizado dentro del "estadio" de fútbol (llamar estadio a eso, bueno...), muy cerca de los otros dos escenarios (por cierto, el sonido -bastante bueno en general- no se montaba de un escenario a otro pese a lo que temía, eso sí, pagando el peaje de unos decibelios de más para mi gusto). Y los que tuvieron el honor de hacerlo fueron Sidonie, aunque a lo largo del concierto no dejaron de presentarse como El Fluido García... veremos en qué queda el asunto. El suyo fue un concierto correcto, sin más. No es que estuviera mal, que no fue el caso, pero me esperaba mucho más, dado todo lo que había oído sobre sus bolos (que de divertidos rayaban lo salvaje). Hay que decir que estos chicos estuvieron muy formalitos, tocando temas no sólo de "El incendio", sino también de trabajos anteriores e, incluso, estrenando una nueva canción del futuro disco, según ellos de psicodelia.
Solapándose con el final de la actuación de Sidonie, habían comenzado su concierto en el escenario azul Dos Bandas y Un Destino o, lo que es lo mismo, la conjunción de Los Coronas y Arizona Baby. ¿Que cómo casan el rock n' roll surfero de unos con los sonidos western de los otros? ¡Madre mía qué buenos son! ¡Cómo se complementan! ¡Qué bien suenan juntos! Y qué divertidos son sus conciertos. Un bombazo de adrenalina musical. Merecen muchísimo la pena. Buen sonido, buena música, buen rollo... Y mejor rock! Volveré a verles, seguro. Más ahora que su apuesta se consolida, ya que anunciaron en el Lowcost que están preparando un disco juntos.
Y si el día anterior habíamos tenido la posibilidad de ver de muy cerca a Maika Makowsky gracias a los showcase organizados por Sol Música, en este segundo día pudimos ver a Eric Fuentes acompañado por Bernat Sánchez y su teclado, de El Mal. Sabía poco de él antes del Lowcost (había escuchado algunas canciones incluidas en la típica lista de reproducción que me hice del festival) y, la verdad, es que me gustó bastante y que me quedé con ganas de ver algo más (no pudimos ver su concierto en el escenario stereo el día antes), y más cañero. Apuntado queda como uno de los descubrimientos del festival.
Pero el plato fuerte evidente del día (y del festival) era Vetusta Morla (antes tocaron en el escenario azul Delafe y las flores azules, que en directo suenas menos petardos que enlatados, y aun tienen una pasada, pero siguen sin convencerme), que a las 23.30 h tomaban el escenario principal ante un aforo abarrotado. El grupo madrileño refleja perfectamente la evolución que ha sufrido la llamada música indie que, gracias a las nuevas tecnologías, internet especialmente, ha superado todas las barreras que existían en una industria musical acomodada y acostumbrada a vivir de los hits prefabricados y la radiofórmula (perdón por el alegato pero es que a quién se pretende engañar; jamas se ha escuchado tanta y tan variada música como ahora). Pues eso, que aparece un grupo curtido en mil pequeños escenarios con un disco bajo el brazo que ninguna discográfica cree digno de publicación. Los chicos autoeditan, aprovechan myspace, el boca-boca, los elogios de un lehendakari... Y lo demás no es más que la historia de la paradoja que lleva a un grupo indie a encabezar carteles de festivales y abarrotar conciertos multitudinarios en los que se corean todos y cada uno de sus temas. No sé lo que les hace grandes a estos chicos pero, desde luego, lo son.
Lo son porque después del discazo que representaba Un día en el mundo se han enfrentado al siempre complicado segundo trabajo con éxito, prosiguiendo su camino con Mapas, un album que cuanto más escucho, más me gusta. Hay quien critica que "es más de lo mismo", y creo que ése es el comentario más estúpido e injusto que puede hacerse. Yo no pido a una banda que se reinvente con cada nuevo disco, especialmente si lo que hacen funciona. Mapas supone la consolidación de un inconfundible "sonido vetusta" que se extiende por canciones (Los días raros, Boca en la tierra, El hombre del saco, la propia Mapas...) con unas letras crípticas y complejas que son tan buenas (o mejores) como las del primer disco. Pero hablemos del concierto, que no soy quien para defender nada (sobre todo cuando su trabajo habla por sí mismo).
Momento del concierto de Vetusta Morla
El concierto de Vetusta fue uno de los más intensos de todo el festival, con un grupo que se exprimió al 100% encima del escenario, especialmente el pobre Pucho, que no paró de moverse ni un segundo. Nosotros lo vimos muy adelante, en cuarta o quinta fila, lo cual es una gozada por cómo y cuánto se disfruta, pero que lleva aparejados ciertos contratiempos. El fundamental, el sonido. Salí con la sensación de que el sonido fue bastante pobre. Malo. Fue el único concierto en el que me pasó (por cierto, en línes generales, me gustó más el sonido del escenario azul). No he leído que nadie más se queje, así que no sé si fue una cosa puntual que nos ocurrió a los que estábamos allí adelante, los que más sufrimos el "fenómeno karaoke" de Vetusta Morla. Como decía, un grupo indie que llena estadios, atrae a mogollón de adolescentes y con el que todo el mundo se sabe y berrea (me incluyo) hasta la última coma de la última canción del setlist (al carajo las etiquetas). ¿No se oía mejor porque falló la configuración previa de sonido -otros grupos en la misma zona sonaban bien- o porque miles de gargantas silenciábamos a la banda? Gran espinita del festival. Hay que volver a verlos.
Y para finalizar la jornada subía al escenario el principal reclamo internacional del cartel: Mika. El artista de origen libanes llegó a Benidorm, tal y como el mismo explicó en un castellano más que correcto, apenas 25 minutos antes de que empezara el concierto. Pero quién lo diría. Salió puntual, el sonido funcionaba perfectamente y ofreció un show dinámico y divertido, desgranando todos sus éxitos y sin dejar de bailotear y saltar ni un momento. Pero, en cualquier caso, fue un concierto correcto que dejaba bien a las claras que, no importa lo que dijeran los carteles, este festival seguía siendo el de las bandas nacionales, auténticas triunfadoras. No es chauvinismo musical. Vetusta, LOL, Lori Meyers, Standstill, Sidonie... Pura realidad. Nosotros lo vimos cómodamente sentaditos en la grada, que VM nos habían dejado exhaustos.
Mika recién salido al escenario
¡Tercer día!
El último día lo comenzamos perezosos, disfrutando por última vez de la zona chill out frente al escenario azul, en el que tocaba Maga. Nos pondríamos en movimiento para ver el showcase de L.A. en la carpa de Sol Música. Lluis Albert en formato acústico, para compensar que no íbamos a poder ver su concierto posterior entero.
Los culpables de tal terrible decisión no eran otros que los suecos de Mando Diao y su rock garagero. Puntuales a su cita aparecieron estos crápulas para poner a bailar al personal durante la hora y veinte que duró su concierto, duración perfecta para que este grupo diera de sí todo lo que tiene, tocando todos sus grandes temas: empezando por God knows, Sheepdog y The Band para llegar al éxtasis colectivo final de Dance with Somebody, después de haber pasado por Mr. Moon,Long Before Rock 'n Roll o Gloria.
Setlist del concierto de Mando Diao (Dalama fue utilizada como intro en versión piano y, además, versionaron Leave Me Be de The Zombies antes de atacar Dance with Somebody)
Mentiría si dijera que no me lo pasé como un enano en su concierto, bailando, cantando y saltando como el que más, porque éste es un grupo que me encanta. Si bien es cierto que prefiero su versión más guitarrera, menos unplugged. Y es que esta era la gira de su disco para la MTV, por lo que su sonido era más de sala de estar (lámparas y cuarteto de cuerda incluidos) que de garaje. Teniendo en cuenta la sudada con la que acabé, no puedo imaginarme cómo sería el asunto con un bolo rockero 100%...
Tras Mando Diao se subían al escenario principal Santi Balmes & cia... Love of Lesbian. Y lo hacían para interpretar un setlist plenamente 2.0, en el sentido de que había sido previamente votado por el respetable a través de myspace. Así que la cosa empezó fuerte, con el Club de fans de John Boy haciendo saltar a miles de fieles ataviados con la camiseta de susodicho sujeto, ¿alter ego artístico de la banda? Porque lo cierto es que después de verlos en concierto, irremediablemente te conviertes en otro fan más de LOL, si es que no lo eras ya.
LOL satisfaciendo fieles.
De eso ya dimos fe en este blog hace unos meses, después de su memorable último concierto en Valladolid. Sigo sosteniendo que aquél fue el concierto en el que mejor me lo he pasado. No pretendía que éste del Lowcost, en un estadio, de proporciones mucho mayores, fuera igual. Aunque sin duda estuvo a la altura. Porque LOL siempre lo están, dándolo todo, tratando de conseguir que la gente se lo pase verdaderamente bien. Y con canciones como Allí donde solíamos gritar, Noches reversibles, Incendios de nieve, La niña imantada... no es difícil. Está claro que lo consiguen porque lo que ellos acumulan no son seguidores o fans. Son auténtico fieles que llenan estas ceremonias de diversión, buena música y mejor rollo, oficiadas por Santi, que son sus conciertos. A Valladolid volverán en abril del próximo año... y ya tenenmos entradas.
Pantalla anunciando el grupo instantes antes de inciarse el concierto.
Al igual que nos ocurría con LOL, a Standstill ya les habíamos visto el pasado invierno a su paso por Valladolid. Pero mientras que en enero habíamos sido testigos del intimista espectáculo del "Rooom", la propuesta de los catalanes en este Lowcost era algo más "convencional" (estos tios de convencionales tienen poco), un concierto de corte más clásico en el que la banda atacaría temas no sólo del "Adelante Bonaparte", sino también de "Viva la guerra"; el público estaríamos de pie y podríamos corear y bailar a gusto todas y cada una de las canciones... Y, joder, qué diferente puede sonar una canción en uno y otro contexto ("Morireis todos los jóvenes", por ejemplo).
Enric Montefusco en un momento del concierto.
Qué puñado de músicos tan buenos son esta gente, y menudas canciones arrastran en la mochila, susceptibles de ponerle a uno los pelos de punta en un auditorio o de volverle loco bailando rozando el hardcore (quién me lo iba a decir). Me gusta mucho Standstill. Porque me gusta su música, sus canciones, sus letras... Pero sobre todo porque les encuentro como una propuesta diferente y con un discurso propio que, además, son estimulantes. Van calando y su público, poco a poco, creo que vamos en aumento. Aunque me encantaría que tuvieran mayor repercusión. También se pasarán de nuevo por Valladolid, en febrero. Y también, sí, tenemos ya entradas. Adelante Standstill.
Colofón perfecto para tres días de un festival de nota en el que, si se repite la tónica de este año, nosotros también repetiremos. Viva la música en directo.
AF. (Apunte Friki): En Standstill, el que toca el bajo es Ricky Falkner (que a mi se me parece bastante a Juan López de Uralde, Juantxo, cara visible de Equo, por cierto), auténtica referencia de la escena indie nacional.
En estos tiempos de crisis (a todos los niveles), de modelos culturales de globalizada homogeneización, de discursos únicos y de posiciones conservadoras... resulta excitante descubrir que existen fenómenos como el que protagoniza el grupo catalán Standstill en el panorama musical nacional. No son unos recién llegados, precisamente, pero han empezado a darse a conocer hace relativamente poco. Musicalmente han evolucionado desde el punk en catalán a un pop ecléctico nada convencional en castellano. Hacen lo que quieren, lo que les gusta. Y son buenos. Muy buenos. Tienen algo nuevo y distinto que ofrecer. Al margen de la industria tradicional, claro. Tienen su propio sello y, gracias a ese demonio que para algunos es internet, han trascendido el circuito más indie y... se han presentado en el Auditorio Miguel Delibes (infraestructura colosal, en todos los sentidos) de Valladolid este pasado sábado 15 de enero.
Lo han hecho con su espectáculo Rooom, la puesta en escena del último disco de la banda: Adelante Bonaparte. Se trata de un disco conceptual, un cuento circular integrado por un total de 20 canciones (algunas instrumentales) repartidas en tres discos que narran fragmentos de una vida, la de B., desde su infancia hasta su madurez de adulto. Es conceptual en ese sentido, los temas tienen esa relación lógica, no son partes independientes, sino que tienen sentido dentro de ese todo. Y es circular porque a lo largo de las 20 canciones se cierra toda una etapa vital de B. Y se hace con dos canciones que respetan un mismo patrón pero que marcan dos momentos muy distintos (una muerte y un nacimiento), aunque igualmente importantes en la vida de B.
A algunos les parecerá pretencioso. Para mi, Adelante Bonaparte es una genialidad. Es una apuesta valiente y ambiciosa. No es un disco redondo porque tiene sus altibajos, sin duda, lo que es comprensible dados los matices de cada una de las tres partes de este trabajo (con un segundo disco oscurísimo). Pero es un trabajo muy coherente, que para mi representa un auténtico viaje musical y que, desde luego, es un soplo de aire fresco en el panorama musical nacional. No hay nada vulgar en lo que hace esta gente. A quien le guste la música y aun no conozca a este grupo, que no pierda el tiempo y preste oído a Vivalaguerra, su anterior trabajo, y a este Adelante Bonaparte.
Rooom es un espectáculo pensado para pequeños recintos, porque no se trata de un concierto al uso. El público permanece sentado en sus butacas como quien asiste a una representación teatral. Sobre el escenario, estos chicos (y toda su parafernalia de instrumentos, sintetizadores y demás juguetes electrónicos) aparecen emparedados entre tres paredes que no son sino pantallas sobre las que se proyectan imágenes que van ilustrando lo que oímos. La cuarta pared, claro, es el público. De modo que lo que Standstill nos propone es entrar con ellos en su mundo, que es el de B. En la habitación donde se reúnen para hacer música.
Porque lo mágico de esta propuesta es esa sensación, estar presente mientras este grupo de artistas hace música. Asistimos al nacimiento de cada una de esas 20 canciones, una tras otras, instrumento a instrumento, con un sonido potentísimo. Todo ello aderezado por esas imágenes que se van proyectando en las pantallas y que hacen de los chicos de Standstill cinco sombras que, como nosotros, asisten a la caída y resurgir vital de B., como si sus guitarras, su percusión, sus teclados, su xilófono, su ukelele, etc. no tuvieran nada que ver en todo esto. Es más, Enric Montefusco (guitarras acústicas y voz, qué voz) permanece prácticamente todo el concierto de espaldas al público, remarcando esa sensación de intimidad, de recogimiento, de complicidad.
Parto de la base de que, en la era de las nuevas tecnologías, de lo inmediato, de la piratería... la música en vivo es siempre una experiencia única, irrepetible. Pues bien, Rooom es más que eso porque no es ni tan siquiera un concierto más. Es otra cosa. Es música, es videoarte, es performance... Son sensaciones. Volveré a escuchar muchas veces este disco, pero ya lo haré de manera distinta. Como cuando escuche Hombre araña, e imagine a ese coro de niños de escuela; o cuando Cuando ella toca el piano me ponga los pelos de punta, me sentiré más cerca del fuego; o más asfixiado en Sálveme quién pueda; o cuando el Elefante me diga que la vida es como ese animal y sólo sabe ir hacia adelante. Como Bonaparte. Como estos chicos, que escapan de la mediocridad general huyendo hacia adelante, apostando fuerte por aquello en lo que creen, por aquello que les gusta (qué gustazo ver esos gestos complices en el escenario, ese continuo intercambio de posiciones... esas caras de Ricky Lavado, el batería, como las de un niño disfrutando con su juguete favorito).
Epílogo: al final, todos los que abarrotábamos la sala experimental del Miguel Delibes, de pie (aplaudiendo y vitoreando a rabiar, claro).