jueves, 10 de noviembre de 2011

Wilco: la tempestad y la calma.

Y por fin llegó el día. El 3 de noviembre de 2011, en el Kursaal de San Sebastián, tuve la oportunidad de ver en directo a una de las mejores bandas de todos los tiempos: Wilco. Los descubrí hace poco, con motivo del lanzamiento de su disco anterior (Wilco, the album) y, tras bucear en su discografía, se convirtieron en mi grupo de referencia. Miles Davis podía alardear de haber cambiado el rumbo de la música en varias ocasiones. Quizá atribuir tal proeza a la banda de Chicago pueda considerarse pretencioso y excesivo, pero lo que es innegable es que han abierto de par en par las puertas del sonido del rock del s. XXI, lo que no es poca cosa.

¿Qué música hace Wilco? Rock, country, folk, americana... Su música trasciende estilos, reinventa varios y transita muchos, dejando poso. Con un sonido marcado por la búsqueda de nuevos territorios, que abre sendas que posteriormente serán atravesadas por muchos otros. Unos pioneros. Y, en directo, probablemente la mejor banda que puede verse hoy en día.

Póster de la gira europea 2011 de Wilco

El de San Sebastián era el tercer concierto de su gira española y, tras haber pasado por Madrid y Barcelona, habíamos tenido la oportunidad de leer numerosas crónicas y críticas (alguna sorprendente) de esos bolos anteriores, lo que siempre supone un peligro de cara a la forja de expectativas, ya muy altas de por sí.

El marco, y perdón por abusar del tópico, incomparable. El Kursaal es un edificio que a mi, personalmente, me encanta estéticamente. Pero es que además, desde un punto de vista puramente funcional, es fantástico. Su auditorio presenta unas condiciones de comodidad y visibilidad magníficas. Y su acústica es espectacular, a la altura de lo que debe esperarse de una infraestructura así.

 Auditorio del  Kursaal

Ya con la actuación de los teloneros tuvimos ocasión de comprobarlo (así como el buenísimo trabajo de los técnicos de sonido y de, probablemente, una prueba de sonido hecha en condiciones, de verdad). Por cierto, menudo grupazo que es Jonathan Wilson. Wilco no puede llevar a cualquiera a telonear sus actuaciones, está claro. Pero, madre mía, menudo buen gusto, vaya clase, qué calidad la de estos chavales. Muchos dirán que siguen la estela de ese rock alternativo de corte folk (ya sabéis, paisajes instrumentales con arreglos preciosistas y armonías vocales aderezadas con barbas y camisas de cuadros) al que vienen desmenuzando, dando forma y poniendo de moda grupos que van de Fleet Foxes a Band of Horses, pasando por Bon Iver o Iron and Wine. Bendita moda. La interpretación de temas como Gentle Spirit ante un auditorio wilcoansioso puso los pelos de punta a más de uno que no dejábamos de preguntarnos eso de "y estos... ¿quiénes son?". Una cosa más que tengo que agradecerle a Wilco es que me hayan descubierto a estos chicos. A ver si ahora que tienen su propio sello discográfico, y conociendo las cosas que le interesan a Jeff Tweedy cuando se mete a productor, apuestan por dar ese empujón a más bandas que seguro merecen mucho la pena.

Pero vayamos al grano, que aunque Jonathan Wilson son buenos, el papel se agotó para ver a Wilco, la mejor banda en directo del mundo, sin duda (¡dejémonos de probables!). Son una máquina perfectamente engrasada para ejecutar sin fallo una canción tras otra. No importa el disco, el tono, la complejidad de los arreglos... Sólo hay un objetivo: la perfección. Y eso empieza con el sonido más limpio que he escuchado nunca en un concierto (repito lo del trabajo de los técnicos de sonido, la prueba de sonido y demás). Para mi ello es muestra de la profesionalidad de un grupo que, a pesar de ir asentando poco a poco su propia legión de incondicionales, nada tienen de divos.

Eso también se escenifica. Se apagan las luces del auditorio, se ilumina el escenario y aparecen sobre las tablas, todos juntos, Jeff Tweedy, Nels Cline y compañía. Y cada uno ocupa su posición al tiempo sin que haya nadie que reivindique un protagonismo especial. Y es que sólo va a haber un protagonista: la música y el sonido. Wilco.

Arranca la noche con One Sunday Morning, esa pieza de doce minutos construida sobre la repetición metódica de una sencilla y bella melodía que sirve para cerrar The Whole Love y que, a priori, representa un anticlimax de libro con el que abrir un setlist. No para esta gente. Era su forma de decir acomódense; relájense para disfrutar, abran sus oídos; olviden sus prejuicios y expectativas que esto empieza. Y esa melodía, ese repetitivo patrón te agarra y te ata a la butaca, te sumerge en una espiral de sensaciones, de disfrute. Te hechiza.

Así comenzaban algo más de dos sublimes horas de concierto, de exquisita ejecución, de virtuoso ejercicio musical cuyo esqueleto estuvo apoyado en su último trabajo (el mencionado The Whole Love, disco que a mi personalmente me encanta, representando un compendio de lo que Wilco ofrece) y en el aclamado Yankee Hotel Foxtrot aunque, por supuesto, se tocaron temas muy destacados de otros álbumes de su carrera.

La escenografía preparada se limitaba al despliegue de la amplísima "cacharrería" (guitarras, sintetizadores, pedales, pianos, xilófonos y demás percusiones) de que se sirven estos músicos para hacer su música. En este caso, la expresión "hacer música" es acertadísima. En directo tienes esa oportunidad única de asistir al espectáculo excepcional que representa la construcción de una canción. Instrumento a instrumento. Nota a nota. Distorsión a distorsión. Ruido a ruido. Se van sacando las piezas de un puzzle que, conforme avanza el tiempo, se va complicando más y más, lo cual no impide que cada pieza sea colocada en su sitio para que disfrutemos del resultado final: música. Un torbellino musical que te pasa por encima y te arrolla. Perfectamente medido y milimetrado. Cada nota interpretada en su justo momento, cada destello de luz aplicado según el plan previsto. Y todavía hay algunos esnobs (esos que acuden a verles por enésima vez, y que repetirán, seguro, y a los que parece molestar que esta banda ya no sea conocida y apreciada únicamente por un reducido grupo de gente) que critican lo que no es sino duro trabajo y profesionalidad escondidos tras semejante ejercicio de virtuosismo.

A qué se parece ese torbellino musical. Yo me sentí como si, de repente, el Kursaal se convirtiera en la pista de despegue de un aeropuerto a la que duarante dos horas llegaban y salían aviones, con los que despegábamos y aterrizábamos para disfrutar entre medias de momentos de recogida calma. Probablemente Via Chicago sea una de las mejores canciones que recogen esto que digo.



Es indescriptible la sensación que produce ver a Jeff Tweedy clavado ante el micrófono, con su guitarra acústica, cantando eso de "...coming home, i'm coming home..." como si nada ocurriera a su alrededor, ajeno al 747 que a su espalda despega pilotado por el batería Glenn Kotche. Brutal. Cúmulo de contrastes. La tempestad y la calma.

No hice fotos ni videos durante el concierto, y no por el excesivo celo que el personal del Kursaal puso en evitar que la gente grabara (apenas podréis encontrar vídeos en youtube; en cambio, del concierto que dieron en Vigo al día siguiente podéis ver varios en el canal de este usuario), sino porque estaba tan metido en el espectáculo, lo estaba disfrutando tanto, que ni me acordaba de la cámara. Sólo me preocupaba una cosa: vivir con intensidad cada segundo. Disfruté tanto que, para cuando llegaron los bises, me sentía plenamente satisfecho. Casi (¡casi!) no me hubiera importado que no hubieran tocado Impossible Germany, para ver a Nels Cline interpretar en directo uno de los mejores solos de guitarra de la historia y, sin duda, mi favorito.

Ya entiendo por qué Wilco va multiplicando, concierto tras concierto, esa legión de fieles seguidores que están dispuestos a pagar casi lo que sea por verles de nuevo. Que silban, gritan y aúllan durante las dos horas en que son arrollados por el torbellino. Que pasados los días siguen con la sensación de haber asistido a algo especial, aun cuando en cada actuación rayen al mismo nivel. Soy uno de ellos. Y Wilco, únicos.


Setlist en Spotify

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Concierto de La Habitación Roja en el Auditorio Miguel Delibes.

El sábado 29 de octubre el Auditorio Miguel Delibes se puso popero abriendo las puertas de su sala experimental a la música de La Habitación Roja, cuya actuación se vería precedida por la del grupo local Lector Acróbata. Todo ello dentro de la programación del ciclo Delibes+ del que, creo, en este blog ya hemos tenido varias oportunidades de valorar muy positivamente su existencia, al atraer a estas excepcionales instalaciones a un público distinto del habitual (el que acude a ver a la OSCYL). Así, la clásica se echa a un lado para dar cabida a otros estilos musicales: del jazz al rock pasando, como era este caso, por el pop más puro.

Dicho esto, también quiero ser crítico con lo que yo entiendo una pobre promoción, que no está a la altura de la programación o de, por ejemplo, las modalidades de abonos que salieron a la venta a finales de verano (y que en algún caso representaban un ahorro de hasta un 25%). Más allá de los carteles de los distintos conciertos con los que cada semana se forran los muros de siempre de la ciudad, apenas hay difusión. A día de hoy no parece razonable que no exista una presencia apropiada en las redes sociales. Y digo esto porque el esfuerzo que se hace en conformar un programa variado y de calidad se puede ir al traste si no se percibe una respuesta en el público. Pero, paralelamente, para que tal respuesta se produzca es indispensable trabajar en una mejor comunicación.

Si no será bastante frecuente que el público asistente a muchos espectáculos se reduzca a apenas un par de centenares de personas. Lo cual no deja de ser un lujo para los asistentes, pero a lo mejor en estos tiempos que corren y con la estadística del papel vendido en la mano a algún gerente se le ocurre que esto no es sostenible.

Sí, apenas doscientas personas acudimos a ver el concierto. Ya digo, un lujo estar tan cerca de los artistas y tan cómodamente (con tanto espacio), en un escenario soberbio (la sala experimental es, sencillamente, es-pec-ta-cu-lar; ¿quién dijo que Valladolid no tenía infraestructuras de altura para estos eventos? ¡Menuda acústica!).

Sala experimental

Hablando del concierto en sí (y dejando a un lado la, para mi gusto, excesivamente larga actuación de Lector Acróbata), lo cierto es que no se me puede considerar un fan del grupo. De hecho, antes del concierto apenas lo había escuchado. Había aprovechado el descuento que ofrecía el abono para poder escoger la actuación de algún grupo que no conociera y así expandir horizontes musicales, y unos clásicos de la escena popera independiente nacional prometían. Porque esta gente ya tiene bajo el brazo un buen puñado de discos que responden a una dilatada carrera. El último álbum, Para ti Vol. 2, es la continuación a un volumen anterior, basado en versiones de grupos de la escena pop española de los años 80 y 90. Un homenaje a la música que han mamado y que les gusta.

Y así arrancaba el concierto (el último de la gira, por cierto), desgranando versiones. Una primera parte que se me hizo pesada (como diría mi amigo Javi, "son un poco rollete"). Temas, aunque siempre preciosistas, demasiado tranquilos (versión de Lluís Llach incluida) y más alejado del que parece ser el estilo de los valencianos. Sólo con las versiones de Mariajo (de Los Navajos) o de Quiromántico (de Sr. Chinarro), empezamos a movernos un poco.



Pero pasada esta primera fase, la banda se entregó a su propio repertorio y el concierto entró en otra dinámica, mucho más animada (¡que ésta es una banda con tres guitarras, hombre!) y en la que aparecieron sus grandes éxitos: Voy a hacerte recordar, Febrero o Scandinavia... Para acabar en los bises haciendo una versión del There is a light that never goes out, de The Smiths. Satisficieron al puñado de incondicionales que allí se reunieron. A los que no lo éramos nos hicieron pasar un buen rato, disfrutando de sus melodías pop (aunque un poco blanditos, para mi gusto) y de su entrega (parecen chavales por las ganas que le ponen, qué gusto). Y de lo bien que tocan. Porque mira que son buenos. A ver si es verdad que el próximo disco, para el que se van a encerrar en el estudio ya, es "cañero", como prometieron.