martes, 11 de enero de 2011

Balada triste de lo grotesco

Han pasado ya dos semanas desde que vi Balada triste de trompeta, la ultima peli de Álex de la Iglesia. Y después de todo ese tiempo, aquí estoy escribiendo un post sobre ella. No es que haya tardado en subirlo o en escribirlo porque las celebraciones navideñas me lo habían impedido. El hecho es que cuando salí del cine no tenía la más mínima intención de comentar la película, porque lo que acababa de ver no me había gustado y no pretendía perder más tiempo con el asunto. Me sentía decepcionado. Esperaba muchísimo del film y de su director. Como siempre. Quería ver otro día de la bestia, otra comunidad. Pero abandoné la sala desazonado. Aquélla no era la película que yo esperaba ver. Y me fui con la sensación de que la balada no es que fuera triste, es que era mala. Y punto.

Pero aquí estoy dos semanas después escribiendo sobre el asunto. Y es que me he dado cuenta que Balada triste de trompeta no es una película de usar y tirar; de las de ver, engullir las palomitas, destripar y olvidar. Algo permanece en mi cabeza, algo que, aunque no la convierte en única, en auténticamente especial, sí consigue rescatarla del maremágnum de cine mediocre que consumimos en cantidades industriales.


La balada de Álex es su película, la que el quiso hacer, no la que yo esperaba ver. De la Iglesia parece un niño grande con una energía desbordante y una imaginación más incontenible aun al que no se le pone nada por delante, y que es capaz de sacar adelante proyectos que en manos de otro no saldrían del cajón. Este tío ha sido capaz de convencer a alguien para que ponga el dinero suficiente para rodar una película sobre la historia de España, sobre uno de sus episodio más negros: la guerra civil y la posterior dictadura. Y para ello se vale de unos personajes grotescos, ridículos: una pareja de payasos.

La película juega continuamente con los extremos, con el ridículo, con lo grotesco, con lo absurdo... y entra en una espiral enloquecida donde parece que el guión se desvanece en favor de una sucesión de escenas e imágenes espectaculares, increíbles; magnéticas y muy potentes... pero sin hilo conductor más allá del patetismo, el ridículo, el absurdo y lo grotesco, que definen la vida de esos payasos. Una espiral que me condujo a salir del cine diciendo que la película no me había gustado. Porque no tenía ni pies ni cabeza; porque era grotesca; porque era absurda; porque era ridícula. Pero lo cierto es que una guerra fraticida, la dictadura subsiguiente y sus terribles consecuencias podrían calificarse con esos adjetivos, si ello no fuera una cosa tan triste. Y representa un material más que suficiente para una creación tan onírica como ésta.

De los actores decir que Antonio de la Torre demuestra, una vez más, que es uno de los grandes. Carlos Areces, en su papel de payaso triste, me recuerda a todo lo que ya había visto de él antes, tanto en Muchachada Nui como en Plutón BRB Nero. Simplemente creo que es así. Con respecto a Carolina Bang, bueno, de momento sus credenciales como actriz se reducen fundamentalmente a dos poderosos argumentos. Eso sí, el elenco de secundarios es genial: Enrique Villén, Sancho Gracia, Santiago Segura, Terele Pávez, Fernando Guillén...


Y de la factura técnica... una pasada. La capacidad que demuestra Álex de la Iglesia para la narrativa visual es inmensa. Su cine es como un comic traducido al fotograma. En este caso aplica muy bien eso de que tiene un universo propio. Y lo plasma en imágenes potentísimas, con ejercicios de cámara  espléndidos y una sucesión de escenas de acción sensacional (homenajeándose a sí mismo o a Hitchcook, qué más da; la secuencia final con la cruz del valle de los Caídos como su particular monte Rushmore ibérico es muy ilustrativa).


Una película absurda y grotesca con personajes absurdos y grotescos. Pero también lo puede parecer Raphael y, sin embargo, ¡ahí lo tenemos cada año por Navidades levantado el share de La 1! Bromas aparte, si la viera otra vez creo que seguiría diciendo que no me gusta. Porque las cosas sin pies ni cabeza no me gustan. Lo que ocurre es que con ese discurso de lo grotesco, lo absurdo, lo ridículo... tiene cierta coherencia. Eso y su estética creo que es lo que ha hecho que no la olvide, que sea especial, que me cree cierto desasosiego (y no por las, nunca mejor dicho, salpicaduras gore).

Resulta que mientras terminaba de perfilar el post me he enterado de que Balada triste de trompeta ha obtenido 15 nominaciones para la próxima edición de los premios Goya. Me alegro, porque si algo es esta película es un producto diferente, distinto. Tiene muchas papeletas de triunfar en los apartados técnicos, aunque mucho me temo que en los premios "grandes" no rascará bola. Para mi tanta nominación ya es un premio a un proyecto valiente, que quizá podría poner la guinda con un premio a mejor director (con permiso de Icíar Bollaín, claro). Pero ni el reparto, ni el guión los creo acreedores de estatuilla alguna (sobre todo teniendo en cuenta otras candidaturas).

Tráiler

No hay comentarios:

Publicar un comentario