viernes, 3 de diciembre de 2010

Please don't stop the music

El pasado sábado 27 de noviembre tuvimos el placer y la suerte de ver en Valladolid en concierto a Jamie Cullum, en el marco de la iniciativa impulsada por el Ayuntamiento "Grandes conciertos". Me gustaría hacer una serie de reflexiones relativas a este asunto, pero no quiero empezar este blog mezclando temas en su primer post. Dedicaré uno específco en el futuro.


Aunque, en un principio, cuando las entradas se pusieron a la venta, se anunció que el recinto que acogería el concierto sería el polideportivo Pisuerga, finalmente se optó por el Huerta del Rey, alegando que en la misma fecha el Balonmano Valladolid jugaba un partido de champions. No digo que no sea un motivo razonable, pero creo que detrás del cambio de escenario se escondía más bien la incapacidad de vender un número digno de entradas. En el Huerta del Rey nos dimos cita unas 1.500 personas, tirando por lo muy alto. Teniendo en cuenta que en sus otros dos conciertos en España Jamie colgó el cartel de "no hay billetes", desde el punto organizativo no deja de ser un fracaso.

En cualquier caso, desde el punto de vista de la acústica, supongo que tanto el Pisuerga como el Huerta del Rey pueden despertar los mismos recelos. No en vano, el bueno de Jamie nada más salir al escenario (a las 22.00 h, puntualidad británica) dedicó el primer chascarrillo de la noche al lugar elegido para el concierto (criaturita, venía de tocar en el Palau de la Música en Barcelona y, al día siguiente, iba a hacer lo propio en el Kuursal de San Sebastián; lástima que dejara Valladolid pensando que no tenemos más que un viejo pabellón... Lástima que se sigan perdiendo ocasiones para "amortizar" el auditorio Miguel Delibes)... Y hasta aquí los comentarios al margen del conciertazo que este "thirtysomething" con cara de crapulilla nos regaló.

Comenzó puntual. A las 22.00 h se apagaban las luces del pabellón y subían al escenario Jamie y los suyos (una banda acopladísima, soberbia, espectacular). El protagonismo para Jamie y su piano, lanzándose a los primeros acordes de "Photograph", con la que empezó a calentar esa fantástica voz de crooner que, unida a su virtuosismo al piano, lo convierten en un absoluto superdotado para esto de la música. Y bien que lo sabe. Sin un segundo que perder, atacó "I'm all over it now", el primer tema que desgranaría de su último disco, "The pursuit". Con él conseguiría arrancar las primeras palmas de un público entregadísimo que ya sabía bien invertido su dinero al finalizar el tercer tema: su versión del "Just one of those things" , con la que demostró lo bien arropado que venía con esos músicos geniales (mención especial para el contrabajo y la trompeta).

La gente estaba radiante, feliz, satisfecha... tanto que Jamie bromeó con que parecía que ya  teníamos suficiente... pero no era así. Ni nosotros ni él, que se olvidó del pabellón (por cierto, el sonido, contra todo pronóstico, bastante bueno) y de los huecos en las gradas y la pista, y se entregó a un público absolutamente enloquecido. Resulta que ese tipo con cara de niño malo y que viste vaqueros, deportivas, camisa, americana y corbata (pronto se iría despojando de estas últimas para quedarse en camiseta) no es sólo un virtuoso al piano con una voz increíble. Es un monstruo de los escenarios que acababa de desatar dos horas de puro espectáculo y buena música. Buena no, buenísima.

En todo ese tiempo Jamie cantó, chilló, habló, se hizo el gracioso, acarició su piano, lo aporreó, lo exprimió, se paseó por el escenario, corrió, saltó, cedió el protagonismo a sus compañeros en solos increíbles, levantó una y otra vez a la gente, nos hizo cantar, tararear, reir, dar palmas, chasquear los dedos, seguir el ritmo con los pies, saltar, vibrar... disfrutar de la música y el espectáculo.

De los muchos momentos del concierto, me quedo con la interpretación de "If I ruled the world", que por momentos llegó a poner los pelos de punta al personal, especialmente cuando su figura recortada sobre el piano era una sombra en el contraluz de un foco blanco (el resto del escenario apagado) al tiempo que, con sutileza, iba sacándole una nota tras otra a su piano recordando, salvando las distancias, eso sí, momentos del legendario "Kölhn concert" de Keith Jarrett.

Hay que decir que la escenografía resultaba tan sobria como eficaz, reflejando esa mezcla de estilos característica en la música de Cullum (meritorio puente entre el clasicismo y lo moderno) y el protagonismo del piano al que, como sugiere la portada de "The Pursuit", parece que Jamie pudiera hacer explotar de un momento a otro. Así, al fondo del escenario se encontraban una serie de tiras metálicas que colgaban de arriba hacia abajo simulando ser las cuerdas de un piano. Tras ellas estaba la pantalla sobre la que se proyectaban las imágenes que, en directo, iban capturando de la actuación dos cámaras, con encuadres bellísimos, jugando con el blanco y negro. Todo cabía en las tripas de ese piano mágico.



Geniales fueron también los prolegómenos de "Twentysomething", con Jamie "fucking around" al piano persiguiendo la inconfundible melodía del temazo; o la siempre íntima y cálida "What a difference a day makes"; o la apoteosis final, con el último bis (la versión del "Wind cries Mary" de Hendrix) y todo el pabellón viniéndose abajo al acabar (¡fuimos un público awesome!).

Aunque el tema sea de Rihanna, y fuera Jamie quien lo interpretara, él sí que se merece que se le cante eso de "please don't stop the music". Un lujo de concierto.

Aquí está el setlist:

Photograph
I’m All Over It Now
Just One Of Those Things
All At Sea
If I Ruled The World
Next Year Baby
20 Something
Don’t Stop The Music
Mind Trick
What A Difference A Day Makes (with birthday boy Rory
Simmons on Flugel Horn)
Frontin’ (JC & Chris)
But Not For Me
High & Dry
Mix Tape
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These Are The Days/Wind Cries Mary

En spotify: Jamie Cullum - Setlist (Valladolid 27/11/2010)

Galería de imágenes en elnorte 

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