miércoles, 8 de febrero de 2012

Rompiendo el silencio con Standstill.

Hola, ¿qué tal? ¡Cuánto tiempo!

Pongamos las cartas encima de la mesa y seamos sinceros: el del sábado pasado fue el tercer concierto de Standstill al que he asistido en un año. Premeditación. Alevosía. Sí, lo confieso: Standstill me encanta, es uno de mis grupos favoritos. Aunque no sacaré pecho diciendo que les conozco desde su etapa hardcore, ya que más bien soy un seguidor neófito.

Hace poco más de un año recalaban en Valladolid con el Rooom, espectáculo expresamente concebido para poner de largo su último disco, Adelante Bonaparte. Había oído hablar de ellos, del disco y del espectáculo, así que con las entradas en la mano empecé a escuchar a estos chicos. Y me gustaron. Su música, sus letras, la versatilidad de su estilo. Y su apuesta por hacer las cosas de manera distinta. El Rooom me enamoró, y elevó a un estadio diferente, superior, un disco con el que ya disfrutaba mucho (¡y yo que me he quedado sin la edición limitada del triple vinilo!). Espectáculo intimista y emocionante, único. Como tiene que ser la música en directo.

En verano volví a verles, esta vez en un formato más convencional, un concierto festivalero con ocasión del Lowcost 2011. Brutal. Qué distintas suenan las canciones del Adelante..., a las que se suman los temas del sublime Vivalaguerra (ojalá en un futuro recuperen el espectáculo ad hoc, que muchos no vimos en su momento).


Así que, con esos precedentes, llegamos a la Sala Experimental del Auditorio Miguel Delibes (no me cansaré de decirlo: qué lujo de infraestructura), que sin llegar al lleno (en su composición abierta, sin grada) alcanzó una muy notable entrada de gente que repetía experiencia (tras el Rooom, que agotó todo el papel) o que se acercaba a Standstill por vez primera, fruto del boca a boca.

Arrancó el concierto con Todos de pie, con Enric Montefusco sentado a su pequeño teclado en una estampa que, no puedo evitarlo, me recuerda a Schroeder, aquel personaje de las tiras de Snoopy, el amigo de Charlie Brown que tocaba un piano diminuto. Aunque Enric no toca solo, sino que poco a poco se le van sumando Piti, Víctor y los Rickys. Inmediatamente, y cambiando piano por una de sus dos acústicas, esta figura menuda, sensible y aparentemente indefensa atacará los inconfundibles primeros acordes de El resplandor, y nos dirá aquéllo de que, otra vez, tentado está de mandarlo todo a tomar por culo. Y, claro, nosotros, que ya empezamos a conocer un poquito su carácter voluble, le corearemos que vuelva: "vuelve, vuelve, vuelve". Que baje la guardia. Que sí, que todos necesitamos un poquito de cariño, respeto y atención. Que por eso estamos todos allí. Así que... a transitar otos terrenos más luminosos, más positivos, más optimistas, que eso siempre está muy bien.

La mirada de los mil metros, es uno de esos temas espectaculares que va creciendo poco a poco hasta lograr una comunión total entre la banda y el público, puesto en danza al ritmo que marca espectacularmente el bajo de  Ricky Falkner, secundado por la batería de Ricky Lavado (por cierto, qué bueno es, y cuánta energía desprende tras sus platos y cajas), la guitarra de Piti Elvira y el piano de Víctor Valiente. Se van abriendo ventanas, dejando que entre el aire hasta alcanzar el desconcierto existencial, la declaración de intenciones. Sí, eso siempre está muy bien.

Enric y Ricky Falkner

Pero si hay una canción que, para mi, desprende el más hermoso (extraño y realista a la vez) optimismo vital es el Adelante Bonaparte. "Me voy a inventar un plan para escapar hacia adelante". Al fin y al cabo, bien podría ser eso la vida, una permanente huida hacia adelante. Avanzamos, unas veces consciente y voluntariamente y otras, quizá las más, nos vemos arrastrados por la corriente. Cuesta arriba y cuesta abajo, como en una montaña rusa; o en un círculo infinito, como en un tiovivo.

Y es por estos derroteros por los que transita todo el concierto, cuesta arriba y cuesta abajo, con acelerones y frenazos, con momentos más calmados y con otros más desatados. Ciertamente el contraste es algo que define muy bien el directo de Standstill, pasando del sosegado recogimiento de temas como Cuando Ella Toca El Piano a auténticos trallazos de adrenalina musical como ¿Por qué me llamas a estas horas? (danzad, danzad malditos al ritmo del bajo de Ricky, otra vez). No me detendré en cada tema del setlist porque creo que esto define muy bien sus conciertos. Vas a lomos de la banda, una bestia musical de larguísimo recorrido y tremenda potencia capaz de pasar del  más preciosista trote a un galope desaforado en tan sólo un segundo. Y lo mejor es que tú no llevas las riendas, lo hacen ellos. Sólo tienes que dejarte llevar y disfrutar del paseo.

No obstante, no puedo dejar de señalar que, junto al Adelante Bonaparte y el Vivalaguerra, también desgranaron algunos temas (como Feliz en tu día,  Poema nº 3 o Cuando) de su disco homónimo, Standstill, primera gran pirueta de los catalanes, que pasaron de cantar en inglés a hacerlo en español. Escapando siempre hacia adelante. Evolucinando, proponiéndonos puestas en escena diferentes, autoeditándose a través de su propio sello (Buena Suerte).

En estos tiempos en que tanto se habla de las virtudes del emprendimiento, hay que subrayar lo paradójico, hipócrita e incongruente que muchas veces resulta una industria como la musical, obcecada en seguir funcionando de la misma manera en que lo hacía hace veinte años lo que, desde la óptica del público, se traduce en una oferta infinitamente menor y terriblemente más pobre. En la radiofórmula y el stand de música del centro comercial de turno no tienen cabida grupos como Standstill, que con su esfuerzo y talento ponen de manifiesto que hay vida más allá de la mediocridad prefabricada, del consumo musical de usar y tirar. Son los emprendedores de la cultura. Con ellos, con gente así, sale el sol y cada día es un gran día. Gracias por venir. A ellos, que siguen ahí peleando por sobrevivir, disfrutando con lo que hacen y con lo que creen, compartiendo su entusiasmo y energía con nosotros, que cada vez somos más.

1, 2, 3 sol... Gracias, por venir.

El colofón al concierto lo puso en un último bis el Adelante Bonaparte, esta vez en su versión más luminosa (I). Se encendieron las luces de la Sala Experimental y podían verse las caras satisfechas de un publico que había disfrutado cantando, bailando, coreando, dando palmas o, simplemente, contemplando el espectáculo de la música en directo.

Y, aunque no me considero un fetichista, en realidad, el colofón fue conseguir la hoja con el setlist del concierto que Enric había tenido a sus pies, y lograr que Ricky Lavado se la llevara a la 'trastienda' para volver con ella firmada por todo el grupo.

Setlist firmado por la banda

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