El pasado viernes 21 de octubre, dentro del ciclo Valladolid Vive la Música, Iván Ferreiro se presentó en la Cúpula del Milenio de Valladolid para confesarse ante un nutrido grupo de seguidores que, sin embargo, no alcanzó a llenar del todo este espacio. Aunque teniendo en cuenta que el gallego ya estuvo a orillas del Pisuerga tan sólo tres meses antes, con la gira del Picnic Extraterrestre, y que éste era el primer bolo que ofrecía tras el lanzamiento de sus Confesiones de un artista de mierda (como la novela homónima de Philip K. Dick), lo cierto es que parece que existe una relación especial entre el público pucelano y el pequeño gran hombre, que eligió nuestra ciudad para la puesta de largo del disco.
Confesiones es un disco que recorre la carrera en solitario del vigués y que recupera y reinterpreta alguno de los grandes temas de la época pirata, para regocijo de los fieles. Del disco, al margen de la colaboración de figuras como Santi Balmes (El equilibrio es imposible) o Xoel López (Turnedo), o del nuevo tema (Mi munchausen) deben destacarse muchísimo los arreglos (con la mano de Ricky Falkner, que es quien le pega al bajo en el disco) que sirven para darle otro aire a los temas. Y nunca mejor dicho lo de aire, ya que se ha incorporado un trío de metales (trompeta, trombón y saxo) que contribuyen a ofrecer un resultado que encuentro espectacular.
Sin embargo, en Valladolid Ferreiro se presentó con una formación clásica -dos guitarras (Amaro Ferreiro y Pablo Novoa), bajo, batería (Gael Pintos) y teclados (el propio Iván)- que hacen de esta gira más una continuación de la de picnic que otra cosa. Una pena no poder disfrutar en directo de esos arreglos, la verdad.
Iván Ferreiro y Gael Pintos
En cualquier caso el concierto mereció la pena muchísimo. No sólo por contribuir a amortizar un poquito la faraónica inversión que ha supuesto para las arcas municipales esta infraestructura singular (por cierto, tiene una acústica estupenda, que yo me temía lo peor), sino porque ver en directo a Ferreiro sirve para explicar eso del “pequeño gran hombre”. No porque su presencia menuda o sus “rafaelianas” poses llenaran el escenario, no, sino porque su voz llenaba la cúpula, la sostenía. Para mí la de Iván Ferreiro es la mejor voz del panorama musical español: peculiar y llena de matices; educada (por lo domada) y ruda (por lo potente) a la vez. Capaz de pasar en un segundo de la más suave de las caricias al más áspero de los golpes. Todo cabe en ese tremendo chorro de voz (espectaculares los temas que interpreta solo al piano, el caso de SPNB, con el único acompañamiento de la guitarra de Amaro).
Con quince minutos de retraso sobre la tempranera hora de inicio prevista (las 21.00 h), las luces galácticas de la Cúpula se apagaban para dar paso a un Ferreiro demasiado abrigado (sería para compensar el corte de pelo) que iniciaría su confesión, no podía ser de otra manera, con Toda la verdad.
Saludo al respetable, dedicatoria del concierto a la paz en Euskadi con la aplaudida declaración de que la violencia debe quedar reservada a los videojuegos, los comics… o las letras de las canciones. Así que a dar un poco de rienda suelta a las vísceras con Farenheit 451. Y a delimitar claramente el territorio por el que iba a transitar todo el concierto: el público cantando prácticamente todas las letras (a Mi munchausen hay que darle todavía un poco de tiempo) e Iván alternando piano con paseos y poses. Y un temazo tras otro: Ciudadano A, NYC, El viaje de Chihiro, Rocco Sigfredi...
Pero, indudablemente, cada vez que llegaba el momento de atacar uno de los grandes temas de Los Piratas (ya fuera Promesas que no valen nada, Años 80, El equilibrio es imposible, M o Mi Coco, que sirvió para cerrar el concierto) la Cúpula no es que se viniera abajo, es que parecía hincharse con el aliento de centenares de gargantas cantando lo que no son sino himnos generacionales. siento curiosidad por saber qué hubiera ocurrido si Los Piratas hubieran aparecido en estos tiempos en los que Internet (myspace, spotify...) ha puesto patas arriba el modelo de difusión de la música (que antes prácticamente se reducía al barbecho de las radiofórmulas).
Iván Ferreiro al piano
Pero dejando las hipótesis de historia contrafactual a un lado, lo importante es que tras el aparente desahogo que parecía esconder el oscuro y bilioso Picnic Extraterrestre, Iván Ferreiro ha decidido retomar esas grandes canciones que, junto con las que han tejido su carrera en solitario, conforman la biografía de un músico sensacional y uno de los mejores repertorios del pop/rock nacional. Ello se traduce en que la cohorte de seguidores del gallego (que no para de crecer) acude a verlo allá donde va. Ya dice en Paraísos perdidos que tiene la "certeza de que nunca el escenario nos trató mejor"... Síntoma de los nuevos tiempos.
Aproximadamente una hora y cuarenta y cinco minutos de espectáculo, dos bises incluidos, que dejó satisfecho a todo el mundo.
Saludo de la banda al final del concierto
Hasta la próxima ocasión, claro. El FNAC Festival, por ejemplo.
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¿alguien me puede decir como se llama el de la izquierda en esta ultima foto?
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